El rey Carlos III pronuncia un discurso histórico en Canadá en medio de tensiones con Estados Unidos

La presencia del monarca británico en el Parlamento canadiense no sólo resalta la relación histórica entre los dos países, sino que también envía un fuerte mensaje sobre la soberanía de Canadá como nación independiente.

En una visita particularmente significativa para la soberanía canadiense, el rey Carlos III se dirigió al Parlamento canadiense esta semana con un mensaje claro y firme: Canadá debe seguir siendo "fuerte y libre" frente a "este nuevo mundo en rápida evolución". Aunque no mencionó explícitamente a Estados Unidos, el discurso aludió a los "desafíos sin precedentes" que enfrenta el país

La creciente presión del presidente estadounidense Donald Trump y sus amenazas de anexión llevaron al primer ministro Mark Carney a invitar al Rey a pronunciar el Discurso del Trono, que describe las prioridades del gobierno. Aunque la monarquía en Canadá es a menudo más simbólica que influyente, el gesto del monarca británico ha resonado con fuerza en medio de un contexto político y geopolítico turbulento, tanto dentro como fuera del país.

Más que un discurso ceremonial, fue una declaración de apoyo institucional a la soberanía canadiense y una defensa de sus valores frente al ascenso del nacionalismo populista en su vecino del sur.

El rey Carlos III tomó la palabra en el Senado de Ottawa para pronunciar el tradicional Discurso del Trono, un acto normalmente reservado al gobernador general del país. Esta es apenas la tercera vez en la historia que un monarca británico lo hace en persona, lo que subraya la singularidad del momento.

El discurso, redactado por la oficina del primer ministro canadiense, Mark Carney, inauguró un nuevo mandato tras la reciente victoria electoral del Partido Liberal, pero también fue un gesto con profundas implicaciones políticas y diplomáticas.

El monarca no se enfrentó directamente a Donald Trump, pero sus referencias fueron inequívocas. Recordó cómo, en otros momentos críticos de la historia, como la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, Canadá optó por la democracia, el pluralismo y el Estado de derecho.

"Hoy, Canadá se enfrenta a otro momento crítico", afirmó. "La democracia, el pluralismo, el Estado de derecho, la autodeterminación y la libertad son valores que los canadienses aprecian profundamente y que el Gobierno está decidido a proteger".

Canadá bajo presión

La visita del rey Carlos III no se produce en el vacío. En los últimos meses, Canadá ha experimentado una profunda transformación política y social. La renuncia de Justin Trudeau tras una década en el poder marcó el fin de una era. Al mismo tiempo, problemas económicos como la inflación y la crisis inmobiliaria han erosionado la confianza pública. Pero el golpe más duro ha sido geopolítico: el regreso del presidente estadounidense Donald Trump a la Casa Blanca ha alterado el equilibrio continental.

Trump no ha ocultado su desprecio por las instituciones multilaterales y las alianzas históricas. Su amenaza de convertir a Canadá en el "estado 51" de Estados Unidos ha generado alarma y alimentado el nacionalismo canadiense. En este contexto, la visita de Carlos III no sólo reafirma la validez del modelo constitucional canadiense, sino que también actúa como una herramienta de diplomacia blanda contra la expansión ideológica del trumpismo.

En este sentido, el rey Carlos III elogió la diversidad cultural y lingüística de Canadá, destacando su bilingüismo y respeto por las lenguas indígenas. Hablando en inglés y francés, envió un mensaje directo contra el monolingüismo promovido por la administración Trump. También enfatizó el compromiso de Canadá con la protección del medio ambiente y los medios de comunicación públicos, en contraste con las políticas de desregulación y recortes presupuestarios de Estados Unidos.

De hecho, Carlos III instó a Canadá a liderar "una coalición de países con ideas afines que compartan sus valores, crean en la cooperación internacional y el intercambio libre y abierto de bienes, servicios e ideas". Fue un claro llamado a asumir un papel protagónico en el nuevo orden internacional, precisamente cuando Washington se está alejando de ese ideal.

La visita como símbolo de soberanía

Aunque la figura del monarca genera indiferencia en gran parte de la sociedad canadiense, su visita fue vista como un acto de afirmación nacional. En un momento en que muchos canadienses se sienten inquietos por las amenazas de Washington, la adhesión a los valores fundamentales del país por parte de una figura internacional, aunque sea protocolaria, tiene un poderoso impacto simbólico.

Cuando dijo que "Canadá puede darse mucho más de lo que cualquier potencia extranjera podría quitarle", Carlos III no sólo hablaba de autosuficiencia económica, sino de independencia ideológica. En otras palabras, rechazó implícitamente la idea de que el país necesita adaptarse al trumpismo para sobrevivir.

En este sentido, la visita del monarca británico se entiende mejor como una estrategia diplomática cuidadosamente orquestada. Mientras el Reino Unido busca fortalecer sus lazos comerciales con Estados Unidos, la posición del Rey permite enviar mensajes políticos sin comprometer directamente a los gobiernos. De hecho, aunque Carlos III invitó a Trump a una visita de Estado al Reino Unido, también ha tenido cuidado de distanciarse ideológicamente.

El mensaje final es claro: el Reino Unido, a través de su monarca, apoya a Canadá como nación soberana, comprometida con la democracia y el multilateralismo. La monarquía británica se posiciona como garante simbólico de estos principios ante la inestabilidad global.