¿Pueden los humanos controlar el clima? ¿Solución o un problema mayor?
Estados Unidos, China, Rusia, los Emiratos Árabes Unidos y un número cada vez mayor de otros países se están embarcando en un ambicioso plan para gestionar los fenómenos meteorológicos mediante la geoingeniería y abordar el cambio climático. Sin embargo, las cuestiones geopolíticas y la complejidad del sistema meteorológico plantean múltiples riesgos que hoy en día son difíciles de resolver.
Cada vez más países se embarcan en la búsqueda de dominar el clima y "para 2035, la modificación del clima debe alcanzar un nivel avanzado en todo el mundo". Ese fue el rotundo mensaje que las autoridades chinas enviaron al mundo a principios de 2021, en un momento en que la nación presentaba un ambicioso plan para intervenir en el clima de su región, facilitando que las zonas que sufren una creciente escasez de lluvias vuelvan a disfrutar de su frecuencia y abundancia.
Para 2025 esperan haber completado al menos el 56% del proyecto, y no es el único estado que está recurriendo a la siembra de nubes para abastecerse de lluvias extraordinarias.
Los Emiratos Árabes Unidos ya han puesto en marcha un proyecto que utiliza aviones, descargas eléctricas y drones para llevar agua a tierra. Literalmente, porque en un territorio desértico, con temperaturas de hasta 40ºC, las nubes no faltan, pero prefieren evitar el problema y descargar su preciado cargamento en zonas más amigables. Sin embargo, la dificultad técnica en este caso es doble, a diferencia de los programas realizados en países con un clima más templado: en los Emiratos Árabes Unidos, la lluvia producida se evapora antes de llegar al suelo. Por lo tanto, además de unir las diminutas gotas de agua, deben hacer que precipiten antes de evaporarse.
Al igual que la nación árabe, muchos otros países han estado dedicando esfuerzos a la investigación climática durante décadas (y no siempre con fines benignos). De hecho, la técnica más común para provocar lluvia artificial es utilizar yoduro de plata o dióxido de carbono en estado sólido (hielo seco) como desnaturalizante que afecta a los cristales de hielo y les permite crecer en tamaño, rompiendo las nubes o produciendo condensación a voluntad si la humedad del ambiente lo permite. La gravedad hace el resto una vez que la masa del cristal es demasiado pesada para ser soportada por la dinámica de los flujos de aire ascendentes que dan forma a las nubes.
La técnica más común para producir lluvia artificial es utilizar yoduro de plata como desnaturalizante para romper las nubes.
Históricamente, los esfuerzos basados en la ciencia para controlar las precipitaciones han respondido a una doble conjunción. En la década de 1930, los climatólogos nórdicos presentaron el primer modelo creíble de cómo funcionan las formaciones mixtas de nubes en el interior, al mismo tiempo que, en Estados Unidos, seis años de sequía arruinaron las cosechas, azotando a un país golpeado por la crisis de 1929. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que se descubrió que se podía utilizar hielo seco, yoduro de plata o propano líquido para promover la precipitación.
En Australia se dedicaron ingentes esfuerzos en investigación adscrito al Plan Snowy Mountains, mientras que Canadá realizó experimentos para disolver huracanes y tormentas tropicales y Estados Unidos utilizó la siembra de nubes durante la guerra de Vietnam (Operación Popeye) para provocar inundaciones que impidieran la organización y el avance de su enemigo, como se conoció a partir de 1972.
Del mismo modo, otros países europeos, como Rusia, también realizaron investigaciones y experimentos con la atmósfera. A diferencia del proyecto americano HAARP, se puso en marcha SURA, ambos estudiando cómo influir en algo más que las precipitaciones: los vientos, las tormentas, la humedad ambiental y la infinidad de interacciones físicas que dan forma al clima tal como lo conocemos.
Pero controlar el clima es en realidad una responsabilidad seria. Dependiendo del objetivo y del método utilizado, las consecuencias pueden ser un regalo o una maldición. Ante el cambio climático, tanto los gobiernos como las instituciones internacionales son partidarios de seguir investigando sobre cómo modificar el clima y de utilizar técnicas ya conocidas: la siembra de nubes podría paliar una sequía cada vez más establecida, favorecer la agricultura y evitar futuros racionamientos de la preciosa agua dulce, mientras que en otras zonas del planeta, como el Pacífico o el Caribe, podría utilizarse para disolver ciclones y huracanes destructivos. También se han presentado planes para aumentar la reflexión de la luz para enfriar la atmósfera, si fuera necesario.
Por otra parte, no faltan detractores que ven en esta geoingeniería una posible manipulación interesada de los ciclos naturales con fines bélicos o codiciosos.
¿Es mejor dejar el clima como está?
Desde una perspectiva más conservadora, muchos especialistas destacan lo contaminantes que pueden resultar algunos compuestos utilizados en las técnicas actuales, como el yoduro de plata cuando precipita en el suelo. Sus efectos sobre los acuíferos y su toxicidad para las plantas y los animales, incluidos los humanos, podrían aumentar la contaminación del aire, la tierra y el agua, con los daños ecológicos que ello conlleva.
Desde una perspectiva más conservadora, muchos especialistas destacan lo contaminantes que pueden resultar algunos compuestos utilizados en las técnicas actuales, como el yoduro de plata cuando precipita en el suelo.
Inundaciones, plagas, sequías, vientos huracanados y periodos de hielo: ¿estamos asistiendo al comienzo de una nueva era para la humanidad?
Volodymyr Zelensky en la 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas
En la 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), celebrada del 5 al 26 de septiembre de 2023, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, hizo declaraciones que despertaron preocupación en la comunidad internacional cuando expresó su gratitud a la ONU por no utilizar el clima como arma de guerra. ¿Hay un mensaje oculto detrás de sus palabras?
Junto a sus declaraciones, comenzaron a difundirse rumores que revivieron viejos acontecimientos y conflictos, con muchos países señalándose entre sí. En contexto, vale la pena señalar que hasta el momento no hay conocimiento oficial de las llamadas armas climáticas y solo hay sospechas de que ya están en desarrollo y podrían causar incendios devastadores como los ocurridos en 2023 en la isla de Maui en Hawái, los incendios forestales en Chile en 2024 y Los Ángeles, California en 2025, entre muchos otros.
Estados Unidos, Rusia, China, Corea del Norte, Japón, Francia, Reino Unido y Alemania son solo algunos de los países sospechosos o acusados de utilizar rayos láser de satélite o antenas de alta frecuencia para provocar desastres naturales.
Existen ejemplos que ya han pasado de ser probados a ser puestos en práctica, demostrando su utilidad y capacidades militares. El más antiguo de ellos se remonta a la Guerra de Vietnam, cuando en 1967 Estados Unidos modificó el clima de la zona para impedir el avance logístico del Vietcong, produciendo intensas lluvias y alargando la temporada de monzones en la región.
Otro ejemplo, mucho más cercano, ocurrió el 7 de abril de 2023, cuando Corea del Norte anunció que había probado nuevamente su dron submarino nuclear capaz de generar tsunamis y tsunamis radiactivos. Un dispositivo similar al submarino ruso conocido como "Poseidón" y capaz de generar olas lo suficientemente letales como para inundar un área equivalente a la del Reino Unido en cuestión de minutos.
En agosto de 2021, el gobierno de Vladimir Putin sospechó que las llamas sin precedentes que devoraron los bosques de Siberia fueron producidas por el gran calentador ionosférico que la Fuerza Aérea de Estados Unidos instaló en Alaska. El Kremlin se refirió al proyecto conocido con el acrónimo "HAARP", que significa "Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia".
¿Qué es HAARP? Este proyecto consta de 180 antenas ubicadas en instalaciones militares que, trabajando en conjunto, actúan como una única antena que emite mil millones de ondas de radio de alta frecuencia, que penetran en la atmósfera inferior y, por ejemplo, si se dirigen a una región como Siberia, podrían producir un calentamiento muy elevado del medio ambiente local, capaz de generar una terrible sequía y los consiguientes incendios. Algo similar ocurrió cuando se produjeron los incendios que devoraron parte de la isla de Hawaii, dejando más de 100 muertos, donde circularon versiones de que habían sido provocados por la emisión de un rayo láser desde un potente satélite.
Tras este repaso, las armas climáticas mencionadas por el presidente ucraniano no parecen tan lejanas, sino que más bien abren la puerta a un peligro que puede hacerse inminente en este tiempo y en las próximas décadas.